Hijos de la Tierra
Valle de los caballos
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(Auel, 2019, pp. 297-313)

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Al llegar el otoño, el león cavernario era más grande que un lobo adulto, y su gordura de cachorro estaba dejando paso a patas larguiruchas y fuerza muscular.

Eso era suficiente para que un cachorro apenado la siguiera, haciendo gestos sumisos, como hacían los miembros de una familia de leones con los más fuertes.

(Auel, 2019, pp. 297-313)